Excursión en Royal Enfield (parte 1)
Nos recorrimos un montón de tiendas de alquiler y la mayoría de las Royal Enfield con uno o dos años tenían más de 15000 kilómetros. Teniendo en cuenta el estado de las carreteras y que la temporada sólo dura tres o cuatro meses al año, estaban muy explotadas. Los frenos y el embrague estaban para cambiar, los manguitos de gasolina y aceite podridos, el filtro de aire (muy importante a esas altitudes) o muy sucio o para cambiarlo y algunas tenían señales de haber tenido golpes bastante fuertes.
Sé que la gente las conduce en ese estado pero si puedo elegir entre eso y una nueva, salida de fábrica con 800 kilómetros pues creo que está bastante claro. La alquilamos para una semana y conseguimos que nos dieran algunos repuestos (cables, bujía, cámara), un hinchador y una garrafa de cinco litros para gasolina y una tarjeta SIM por si necesitábamos en caso de emergencia.
Primer día de prueba con Royal Enfield
Para asegurarnos de que la Royal y nosotros estábamos en buenas condiciones fuimos, por la carretera por la que llegamos a Leh, hasta Lamayuru para visitar el monasterio.
Todo el camino transcurre rodeado de montañas y se pueden divisar varios picos por encima de los 6000 metros. Tenía que concentrarme en la carretera, en el resto de vehículos que circulan pasando de un carril a otro como si estuvieran saltando a la comba y, al mismo tiempo, no podía dejar de admirar el paisaje que nos rodeaba mientras disfrutaba de la sensación de libertad que me produce viajar en moto.
Regresamos molidos con apenas 220 kilómetros hechos. Los años pasados sin montar en moto, las interminables curvas y las vibraciones del motor me dejaron tan extenuado que tuve que dormir un par de horas para regenerarme antes de la cena.
Al día siguiente pretendíamos ir a Nubra Valley cruzando el paso transitable más alto del mundo según el gobierno hindú, Kardung La a más de 5300 metros (en cada libro y cada mapa ponen una altitud diferente)
La pequeña salida del segundo día
Cuando sonó el despertador lo apagamos directamente, intercambiamos un par de escuetas frases para ponernos de acuerdo en que no aguantaríamos la paliza que teníamos por delante. Nos dimos media vuelta y seguimos durmiendo hasta que pudimos.
Ya desayunados, estudiamos el mapa y a mitad de mañana nos fuimos hasta el cercano monasterio de Thiksey a veinte kilómetros.
Durante el trayecto pudimos ver unos cuantos grupos de pequeñas estupas y el Palacio Real en el pequeño pueblo Shey hasta que llegamos al monasterio que nos gustó mucho más que el del día anterior en Lamayuru.
De haberlo sabido nos hubiéramos ahorrado la paliza del primer día.
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Víctor
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