La isla de Qeshm
La isla de Qeshm, desconocida para muchos (incluso para nosotros hasta hace unos meses) está al sur de Irán, en el golfo pérsico. Al contrario que la pequeña, turística y explotada isla de Kish, Qeshm por la que pastan camellos salvajes es enorme y apenas tiene turismo por lo que pudimos disfrutar de playas solitarias en exclusiva.
Llegada sorpresa
Nuestro autobús nocturno hasta Bandar Abbas, desde donde sale el ferry a la isla, tenía que llegar a eso de las ocho de la mañana pero a las seis menos algo Kasia me despertó: „Víctor, el ferry. Es ahí, dile que pare” y con los ojos cerrados y durmiendo aún, salté del asiento y corrí hasta el conductor para explicarle que parara allí mismo porque nos bajábamos. Al bajar nos sentamos cinco minutos en el bordillo para despertarnos, desayunamos un trago de agua y unas galletas y nos acercamos al embarcadero del ferry que abrió sus puertas al llegar nosotros y bastante antes de las ocho de la mañana nos encontrábamos en la isla.
Auto-stop en la isla de Qeshm
Por primera vez no fue fácil. Teníamos que llegar desde el puerto hasta el otro lado de la isla donde teníamos nuestro homestay y como siempre todo el mundo con vehículo es taxista; a esto añádele que era el último día antes del año nuevo iraní (como nuestra Nochevieja). Llegaron a pedirnos hasta veinte dólares. Caminando por la promenada el sol empezaba a calentar bastante, indiferente a lo temprano del día pero al final un hombre que venía al puerto a por su hermana, paró y nos llevó hasta una pequeña ciudad a mitad de trayecto; Kasia recibió una pulsera hecha de pequeñas caracolas de parte de la hermana y nuestro chófer nos dio su tarjeta por si necesitábamos algo durante nuestra estancia en la isla. Nos despedimos y desde allí, después de mucho pelear, encontramos un taxi dispuesto a llevarnos por tres dólares hasta nuestro destino: el aeropuerto donde vendría a buscarnos nuestra anfitriona.
Homestay
Llegamos a casa de Mania, una mujer ¡soltera en Irán! Además intenta organizar a las mujeres de la isla para el desarrollo turístico, escolarizar a los niños e inculcar a los adultos la importancia de las próximas generaciones. Aparte de eso, que nunca le vimos hacer, se pasa el día leyendo poesía o cantando. La casa funciona gracias a sus hermanas que sirven, recogen y friegan los platos y la madre que después de criar once hijos ahora se encarga de algunos nietos y de comprar y cocinar para los huéspedes. Eso sí, la madre es una cocinera espectacular; todos los días había un tipo diferente de crepes o pancakes recién hechos para el desayuno con queso, miel y mermeladas. Incluso un día había unos crepes rociados con una salsa a base de sardinas que, con nuestro desconocimiento untamos de mermelada… una mezcla interesante aunque no la recomendamos. Tanto para comer como para cenar tuvimos diferentes platos de pescado (guiso de atún, tiburón o unas simples sardinas asadas) o marisco cocinado de diferentes formas (gambas, calamares o caracolas) acompañado de verduras asadas (calabacín y berenjena), patatas fritas o arroz y siempre con una gran ensalada de col, carlota y tomate. Todos los días Mania nos pedía perdón por la falta de carne aunque le repetíamos que no era un problema para nosotros sino que era una ventaja.
De allí sólo nos movimos para ir a los manglares junto con otros huéspedes o a la playa.
Escapada en moto
Alquilamos una moto completamente oxidada, casi sin frenos ni embrague y sin lugar para poner mi pie izquierdo al hermano de Mania (todo queda en familia) y nos fuimos a recorrer la isla unos dos o tres días. A la media hora de salir pasamos cerca de una central de gas y poco después vimos unos ciclistas parados a la sombra descansando y dimos la vuelta para saludarlos. Resultaron ser iraníes que nos ofrecieron los cafés que acababan de prepararse y, de repente, de un coche que había a unos metros salió una familia al completo que empezaron a ofrecernos dulces y a hacerse fotos con nosotros. Pasamos por largas playas solitarias pero como había marea baja era imposible llegar hasta el agua porque las orillas se convierten en pantanos o manglares en los que te hundes hasta las rodillas.
Pasado el mediodía llegamos al Cañón de Chahkooh donde la mayoría de los turistas iraníes estaban más interesados en nosotros que en las formaciones rocosas del cañón que habían ido a visitar. Nos dieron la bienvenida al país, nos hicieron la correspondiente sarta de preguntas y fotografías, algunas a escondidas y disimulando y otras abiertamente. Salimos del infierno desértico de cuarenta grados y buscamos una playa para pasar la noche de acampada.
Fue un tarea fácil en una isla casi deshabitada. A la una de la madrugada en una isla donde llueve cinco o seis veces al año y nunca en marzo, nos sorprendió no sólo la lluvia sino una fuerte tormenta que acabó tirando la tienda a eso de las tres. Con la tormenta sobre nosotros empezamos a buscar un lugar para refugiarnos del fuerte viento y poder estar dentro de la tienda sin que se nos cayera encima. Cuando lo encontramos nos metimos e intentamos dormir y, aunque parezca imposible lo conseguimos después de tantas emociones fuertes. Amaneció y empezamos a analizar la situación: nosotros y todas nuestras cosas estaban mojadas y llenas de barro y no teníamos donde limpiarlas y/o secarlas, así que decidimos volver cuando parara de llover. Eso ocurrió a las ocho de la mañana, metimos todo en la mochila y nos dispusimos a sacar la moto de la playa a través de un camino cuesta arriba de unos diez metros de largo y con un palmo de barro; entre los dos, después de varios agotadores intentos lo conseguimos. Sólo me quedó intentar arrancar el trasto oxidado que habíamos alquilado empujándolo durante más de una hora.
Y para que sepáis que a veces lo pasamos mal, que no todos los días son divertidos, que no siempre todo es bonito y que también eso es la aventura de viajar… estando a unos cientos de metros de nuestro homestay nos caímos de la moto y los dos acabamos con heridas en las rodillas. Llegamos agotados, abatidos y fracasados con el rabo entre las piernas pero después de limpiar parte de nuestras cosas y darnos una ducha empezamos a reírnos de las últimas horas.
Pasamos el resto de los días comiendo, bañándonos en la playa con marea alta y paseando con la baja.
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Víctor
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Holaaa
Muy wai vuestro post.
Estoy por tierras iranianas y voy hacia la isla de Qeshm a pasar un poco de calor.
He visto que alquilasteis una moto. Fue facil? Cuanto os costó? Y fue necesario carnet internacional o algo raro?
Si me podéis suministrar esta informaciós os estaré muy agradecido.
Muchas gracias.
Saludos!!
Xavi, gracias por tu comentario 😀
En cuanto a la moto en Qeshm, lo alquilamos directamente del dueño. Pagamos alrededor de 15 euros y no necesitabamos ni carné internacional ni nada…
Suerte, seguro que lo pasarás bien.
Muy buenas chicos!
Voy a pasar por Qeshm en breve y leyendo vuestro fantástico artículo me ha surgido una pregunta.
¿Me podrías decir dónde exactamente está el alojamiento de Mania? Estaría interesado en ir allí y poder alquilar la moto para moverme de manera independiente por la isla… Gracias!
Hola Xuanzang! Gracias por leernos y comentar.
Desgraciademnte perdimos el contacto del homestay. Lo único que te podemos decir es que está muy cerca del aeropuerto. Probablemente si vas a preguntar por esta zona (no hay muchas casas), por ejemplo a la gente que está vendiendo refrescos en la rotonda que hay justo antes del aeropuerto, te podrán indicar el homestay de Mania o incluso la podrían llamar. Es una persona bastante conocida por la zona. El problema que veo es que Mania muchas veces se va de viaje. De verdad lo siento mucho por no poder ayudarte más.
Suerte en Irán, es mi país favorito que siempre echo de menos.
Muchas gracias por la información!
Creo que finalmente iré con un par de homestays en el punto de mira y una vez llegue a Qeshm ya improvisaré…
Un saludo, y a seguir viajando!